Últimamente, unos primos hemos estado intercambiando vía e-mail recuerdos de nuestra familia. Por alguna razón que deberíamos meditar, iniciamos hablando de nuestra abuela Balvanera. Nelly le decían todos, de cariño. Mi prima Leonor escribió atinadamente lo siguiente:
....¿saben que? También yo, prefiero imaginarla en paz, sin tristeza alguna, pero a veces no puedo, porque guardaba tantas cosas, que mientras mas pasa el tiempo mas increíble me parece que se sostuviera tan fuerte. Nunca la escuché gritar enojada, aunque a veces gritaba para llamar a mi tío Chalito o cuando nos buscaba después de atravesar el patio y llegar a casa.
También recuerdo su llanto, su luto prolongado, tan antiguo, desde la partida de "mi Lidita" como le llamaba a la niña que perdió cuando mi tía Nelly tenía acaso 15 días de nacida. Yo creo que desde ese día mi Nana se murió un poco también, porque no recuerdo una sola vez que platicara de su niña, sin que los ojos se le inundaran de tristeza.
Después se fueron mi tío Enrique, mi Tata Chayo y el tío Chato, pero ella siguió en pie, a pesar de tanta ausencia. Su pilar, su sostén se lo entregó su fe en Dios, a través del más desvalido de sus hijos, del más pobre, del más necesitado: Chalito. Su preocupación por el era tan grande, que le costaba salir de casa por no dejarlo solo.
Era una madre que sufría pero no se quejaba, no reclamaba, no exigía nada. Las cosas mas simples la hacían feliz pues era humilde. Y en su casa siempre había espacio para todos y nostalgia de todos. Yo creo que esta es la herencia que nos dejó esta maravillosa viejita que fue nuestra abuela Balvanera.
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