Autor: P. Ángel Peña O.A.R. www.catholic.net
Desde las órbitas innumerables e inconmensurables de las estrellas hasta el pequeño mundo del átomo, la naturaleza se rige por unas leyes perfectas. El átomo es una parte pequeñísima de la materia, pero que en sí mismo es un mundo perfecto. El átomo de hidrógeno, que es el más simple, tiene un núcleo con un protón y un neutrón. El protón es de carga eléctrica positiva y con una masa 1.837 mayor que el electrón.
El neutrón es de carga neutra, mientras que el electrón es de carga negativa. El electrón gira sobre sí mismo y alrededor el núcleo, con una velocidad de vértigo, pero en elipses perfectas. Además, en el átomo existen otros elementos, que hacen de él un mundo perfecto y maravilloso, pero desconocido todavía en su plenitud.
Tengo entre mis manos una flor. Algo espontáneamente complejo. En ella danzan miles y miles de millones de átomos, cuyo número supera al de todos los posibles seres que hay en nuestro planeta y más que los granos de arena de todas las playas. Y todo es tan perfecto que da lugar a la bella flor que puedo contemplar.
En cuanto a la composición del aire, por cada cuatro partes de nitrógeno, hay una parte de oxígeno. Otras mezclas serían peligrosas. Los enormes océanos con sus billones de seres vivos comenzarían a pudrirse, si la sal no los preservara de la corrupción. Para esto se requiere un cuatro por ciento, más o menos, de sal en el agua. Es la proporción que encontramos en los mares.
Si no existiera el aire, la luz del Sol no estaría uniformemente repartida sobre la tierra, no tendríamos los tintes encendidos y encantadores de las auroras matinales y de los crepúsculos vespertinos. Sin aire, los rayos del Sol nos herirían súbitamente por la mañana a su salida y nos harían pasar rápidamente, en el ocaso, de la claridad deslumbrante a las tinieblas de la noche.
La capa de ozono, que rodea la tierra, evita que los rayos ultravioletas, que nos vienen del Sol, puedan derretir las plantas, animales y hasta las mismas rocas. Sin esta capa de ozono, sería imposible la vida en la tierra.
En un milímetro de papel hay mil billones de átomos de hidrógeno, oxígeno, carbono…, unidos en moléculas o grupos de átomos. Y esos átomos no están quietos formando una masa, sino muy separados unos de otros, moviéndose a velocidades vertiginosas. El electrón del hidrógeno se mueve a razón de 2.000 kilómetros por segundo, girando alrededor del núcleo. Da 6 billones de vueltas al núcleo por segundo. Y todo en un orden exacto y perfecto. El mundo de los átomos es como el de los astros: un mundo maravilloso, que todavía no podemos comprender en toda su amplitud.
Una gota de agua, tan cristalina y refrescante, contiene más de 10.000 billones de átomos de hidrógeno y más de 5.000 billones de átomos de oxígeno. Es una maravilla. Un vaso de agua, es una maravilla con billones y billones de átomos cristalinos, líquidos suaves y refrigerantes, que están en continuo movimiento a velocidades incomprensibles para nosotros.
Las hojas de las plantas son como nuestros pulmones. Son el órgano de respiración de los vegetales y un laboratorio precioso donde se fabrican los alimentos mismos. Usando la sustancia llamada clorofila, recogen sustancias absorbidas por las raíces y las transforman en azúcares, grasas, proteínas y almidones para la alimentación de toda la planta. Es como un laboratorio perfecto. Además, las hojas convierten el anhídrido carbónico en oxígeno.
Al respirar, todos los animales, incluido el hombre, expiran anhídrido carbónico. Pues bien, pensemos que todo el anhídrido producido por la respiración de todos los animales del planeta más el de todas las chimeneas y todos los incendios del mundo, debe ser enorme. Si no hubiera un modo para que desaparezca del ambiente, en poco tiempo la atmósfera de la tierra sería irrespirable. Pues bien, las hojas de las plantas aspiran el anhídrido carbónico, lo descomponen y, tomando el carbono, expelen el oxígeno, purificando continuamente el aire. Un metro cuadrado de hojas de laurel rosa, descompone en una hora 1.108 litros de anhídrido carbónico. Un prado absorbe por término medio y por hectárea, cada año, una cantidad de carbono de 325.000 litros. ¡Una verdadera maravilla de la naturaleza!
El mundo de las flores es otra de las cosas más hermosas de la naturaleza. Hay un millón de distintas clases de flores, descritas por los botánicos, vistiendo el mundo de belleza y fragancia. Las orquídeas son de las flores más hermosas. Forman una familia de al menos 6.000 especies y más de 120.000 variedades. Las especies tropicales son, en verdad, fantásticas y son de rarísima belleza por sus vivos colores.
Hay plantas insectívoras, que no pueden encontrar en el lugar donde viven suficiente alimento y tienen necesidad de completar su régimen alimenticio, absorbiendo jugos de animales. Una de éstas es la llamada Drosophyllum lusitanum, pues vive en las arenas y áridas rocas de Marruecos y Portugal. Sus hojas son alargadas y sutiles, y parten todas de una misma base. Están llenas de pelos viscosos y son astutas cazadoras de liga. Las moscas y otros incautos insectos, atraídos por el grato perfume de miel, que exhalan, se acercan a ellas. Se posan en sus hojas y quedan prendidos en ellas. El insecto muere y se descompone al poco tiempo. La planta absorbe los jugos del insecto por medio de unas glándulas especiales para el caso. Otras plantas insectívoras son la Drosera rotundifolia y la Dionaea muscipula, llamada vulgarmente, atrapamoscas, pues realmente atrapa moscas e insectos, cuyos jugos, suficientemente transformados y digeridos, son parte de su dieta normal. Entre ellas están también la drosera, el nepente, la sarracenia y la urticaria.
Otra maravilla de la naturaleza es la planta de trigo. Tiene tres milímetros de base y mil o mil quinientos milímetros de altura. Esta plantita de trigo debe sostener en su cumbre el peso de la espiga, que, cuando está madura, excede a todo el peso de la planta. No obstante, la vemos erguida. A veces, sopla el viento con violencia y se balancea y se agita, pero no se cae fácilmente. Son verdaderas obras de arquitectura elástica.
La planta, llamada sensitiva o dormidera, es una planta muy excitable y reacciona con rapidez, en menos de un segundo, ante la amenaza de ser comida. El menor roce, la sombra de una nube o de un pájaro, basta a veces para que sus hojitas se replieguen, dando la impresión de que las hojas han desaparecido. Su ramaje se inclina y toda la planta se muestra excitada. Pero hay algo más sorprendente: esta excitación puede suprimirse y puede insensibilizarse, adormeciendo la planta. Basta para ello colocarla bajo una campana junto con una esponja empapada de cloroformo. La sensitiva, al igual que un enfermo en la clínica, pierde su sensibilidad y se la puede tocar y mover sin que muestre excitabilidad, pues se halla cloroformizada o anestesiada.
Entre las plantas, las hay venenosas, que los animales conocen instintivamente. Pero también hay plantas que son medicinales, de las cuales el hombre saca productos para curar enfermedades. Por ejemplo, la belladona, la salvia oficinal, el llantén, el eucalipto, la menta, el poleo, la malva, la borraja… Hay flores medicinales como el árnica, violeta, malva, tilo, saúco, borraja, manzanilla, clavel…
Algunas plantas para defenderse, usan pelos que, muchas veces, se vuelven rígidos, duros y largos, impidiendo que los herbívoros se atrevan a tocarlas, como la borraja. Otras tienen aguijones en sus troncos o en las ramas. Estos aguijones son más fuertes y largos que los pelos y, generalmente, están lignificados, lo que los hace más consistentes, como en el rosal, la zarza, el palo borracho… Otras tienen espinas, que se distinguen de los aguijones, pues éstos son más fáciles de arrancar. Tienen espinas los cactos y la mayoría de los árboles de los montes secos. También hay plantas como las ortigas, que segregan venenos y ácidos que provocan ardores, vómitos, hemorragias y hasta graves trastornos. En Java, hay una ortiga llamada hoja del diablo, que causa dolores por varios años. Hay plantas, que segregan olores repugnantes, como la planta llamada cuerno del diablo. Su olor es producido por una sustancia, que segrega la parte ventral de sus hojas.
Algunas plantas, para resistir largas sequías y evitar una transpiración excesiva, deben adoptar defensas especiales: las hojas se reducen y toman, a veces, forma de espinas como en las casuarinas. En ciertos casos, la supresión es completa como en los cactos y en las tunas.
En cuanto a semillas, diremos que las semillas de la palmera de domo africana, en forma de huevo, son tan duras que hace falta una sierra para cortarlas. La semilla más grande del mundo es la de la palmera isleña y pesa 20 kilos. Las semillas de la planta de aceite de ricino, contienen esta sustancia, el ricino, que es unas 5.000 veces más venenosa que el cianuro. Las semillas más pequeñas del mundo las produce la orquídea. Son tan pequeñas que no pueden verse con claridad a simple vista. Una caja de fósforos, contiene 7.500 millones de estas semillas.
En los desiertos de América del Norte crece un arbusto, llamado gobernadora. Crece muy lentamente y genera nuevas plantas desde las raíces. Estos clones se esparcen alrededor del arbusto madre en forma de anillo. Luego brotan nuevas plantas de sus raíces, de modo que el círculo va aumentando constantemente de diámetro, a razón de un metro cada 500 años. El espécimen más viejo está en el desierto de Mojave en California y tiene 11.000 años. La planta original murió hace mucho tiempo, pero sus clones, que comparten sus mismos genes, continúan viviendo, convertidos en una planta potencialmente inmortal.
Las secoyas gigantes pesan alrededor de 5.000 toneladas y crecen hasta alcanzar los 90 metros; y algunas hasta 110 metros de altura. Son probablemente los seres vivientes más grandes y pesados que hayan existido sobre la tierra… Algunas tienen más de 3.000 años de edad y miden unos 12 metros de diámetro.
El Eucaliptus regnans de Australia pasa de los 165 metros. La Viña, llamada de La Misión, de Los Ángeles, tiene una ramificación tan exuberante que cubre unos 1.000 pies cuadrados. El famoso Convolvutus de Caracas mide 300 metros de circunferencia. El baobab, árbol de Senegal y Cabo Verde, presenta sólo unos 24 metros de altura, pero su ingente ramaje forma una bóveda de 200 metros de contorno. Puede medir hasta 50 metros de diámetro y vive 2.000 años. El Drago de Orotava, en las islas Canarias, tiene unos 8.000 años de antigüedad.
¡Cuántas maravillas hay en la naturaleza! ¡Alabemos a Dios por ellas!
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