El padre Miguel Rivilla San Martín nos narra lo siguiente en el sitio www.churchforum.org.mx: “Entre las cosas estupendas que tiene la Iglesia católica, una de las mejores y más admirable, es el ejército de millares de misioneros y misioneras, que por todo el mundo, han entregado sus vidas a la causa de la evangelización y promoción humana de los más pobres y necesitados de la tierra.
Acabo de recibir una carta –prosigue el padre- de una misionera salesiana, que ha gastado su vida en Inharrime, Mozambique, en la admirable misión de ayudar a los más pobres de entre los pobres de ese país. Con la ayuda de buenas personas de Europa, ha logrado levantar un complejo, regido por salesianas, con acogida para más de un centenar de niñas huérfanas de sida: Comedor, capilla, dormitorios, panadería, enfermería, un tractor y aulas para la escolarización.
He aquí, entre otras cosas, lo que escribe: "Aquí la vida de los pobres es para mí el lugar de comunión y encuentro con Dios. Una joven de 16 años, está mal del corazón en el hospital. Su madre ha venido a llorar. Sólo pude hacer una cosa: compartir con ella mis cosas. No tengo nada más que dar. De mi ropa interior saqué la más nueva, un camisón, una bata, dinero para el autobús... Cuando se comparte la vida, las cosas poco valen..."
Quizás este sencillo testimonio de una salesiana, pueda servir de ejemplo y generosidad en el día de las misiones a celebrarse el próximo domingo 21 de octubre.
"Id pues y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en nombre del Padre, del Hijo y El Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado" Mateo 28,19-20
En el mundo existen actualmente 983 “territorios de misión” y en ellos trabajan casi 50 mil sacerdotes y 370 mil catequistas, casados o solteros, que trabajan a tiempo completo o parcial. Todos estos misioneros se han comprometido a anunciar el Evangelio a los 3,500 millones de hombres que todavía no lo conocen y que representan las dos terceras partes de la humanidad.
¿Cuál es su labor? Atienden leprosarios, hospitales, hogares para huérfanos y ancianos, dispensarios, colegios, universidades. Su labor no es fácil, se les presentan muchas dificultades que tienen que vencer para lograr transmitir la palabra de Dios a los demás. Necesitan pues de nuestra ayuda espiritual, humana y material.
Por eso el domingo mundial de las misiones es un día…
Para valorar y agradecer a Dios el don de haber nacido en una familia o en un país católico, don que no disfrutan millones de seres humanos en el mundo.
Para recordar que por nuestro bautismo, estamos comprometidos a ser testigos de Cristo hasta en los últimos rincones de la tierra.
Para hacer realidad no solo con palabras sino con hechos el mandato de amor que Jesús nos dejó y que exige volcarnos hacia nuestros hermanos para que lo encuentren y crean en Él.
Para cooperar, dándole valor misionero a nuestro dinero y hacerlo mensajero de nuestra solidaridad cristiana y humana.
Y sobre todo PARA ORAR por esos hombres y mujeres que han dejado la patria, familia y hogar para ir a predicar a Cristo en lugares remotos.
Y hablando de lo valiosa que es la oración de intercesión recordemos que apenas el pasado 1 de octubre conmemoramos a santa Teresa de Lisieux, Carmelita Descalza, conocida también por santa Teresita del Niño Jesús. Se trata de una religiosa que dedicó su vida a la oración contemplativa, quien, fiel a su regla, no abandonó su convento en Francia, pero que sin embargo, es la patrona de las misiones.
Podría pensarse que muchos otros santos serían más apropiados que la santa de Lisieux para ser presentados como ejemplo de espíritu misionero, y como intercesores ante Dios para esta importante tarea. De hecho, el afán por llevar a los hombres al calor de la fe y a la riqueza incomparable de la posesión de Dios, posiblemente queda más claro en algunos santos llenos de actividad exterior. Pero la Iglesia ha querido reconocer ante el mundo, pensando en Teresa de Lisieux como patrona del movimiento misionero, que el secreto y fundamento de toda eficacia apostólica es, ante todo, la oración.
Sigamos pues el ejemplo de Teresa de Lisieux, quien sin salir de su convento, consagró su vida a rezar y sacrificarse por las misiones.
Así sea
Gilberto Palomares
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