¿Quien puede medir las profundidades del deseo en el corazón de
Jesús mientras espera aquella alma especial que se alejó de Él debido al
escándalo? ¿No es acaso dolor doble para su Corazón?
Aquellos a quien Él mostró
un amor especial, llamándolos al sacerdocio o a la vida religiosa sucumben al
mundo, violan sus votos, desdeñan la vida espiritual y se quedan inmersos en la
autocompasión. ¿Son causa de escándalo? Sí. ¿Tienen una razón para el
escándalo? No.
Si un alma permite que la vida de otros influya en su propia conducta y en su amor por Dios, entonces no es más que “una caña sacudida por el viento”. La voluntad de aquella alma es tan débil como la de aquellos que le causaron aquel escándalo. El grado de degradación puede ser diferente, pero la tibieza es la misma.
El alma sucumbe al mal ejemplo cuando piensa sólo en sí. No amaba a Dios sino que le gustaba la seguridad que encontraba en hombres y mujeres fervientes, religiosos. Cuando aquella seguridad se fue, el alma se cayó, le habían quitado la muleta. No poseía a Dios que la salvaba sino sólo un ídolo con pies de barro.
Esto no es difícil de verificar porque quien realmente
ama no está preocupado de sus propios sentimientos, sino de los sentimientos de
aquél a quien ama. Cuando un alma ferviente ve que hay bajas en las filas del
Ejército de Dios, sangra por Jesús. Procura suplirlo con más oración, más amor,
más reverencia ante los sacramentos, y una vida espiritual más profunda.
Esta alma tiene suficiente conocimiento de sí como para entender
que si no fuera por la gracia de Dios, ella podría y lo haría peor en
circunstancias similares. Sí. Cuando alguien que amamos es aplastado
profundamente bajo la carga de la decepción, no seguimos incrementando aquella
carga. No agregamos más dolor al dolor, no agregamos tibieza a la tibieza. Por
el contrario, luchamos para consolar al corazón quebrantado con la amistad y el
amor. Luchamos para recuperar al herido aplicándole el ungüento de la oración y
los vendajes de la compasión. Infligirnos heridas en nosotros mismos porque
otros se han herido es una locura.
Si un sacerdote tiene la desgracia de ser una fuente de escándalo, aquella persona sentada en el banco de la iglesia no es privada de ninguna gracia ¡Jesús obedece la orden de un sacerdote indigno y cambia el pan y el vino en Su Cuerpo y Sangre! ¡Qué humildad y amor! Que tristeza si algún alma falla para consolar Su Corazón que sangra. ¿Por qué infligimos dolor al dolor y lo llamamos justicia? ¿Acaso creemos que el milagro de la Misa están en las manos de los hombres? ¿Pensamos acaso que su amor por nosotros está “encendido” y “apagado” según la disposición de sus criaturas?
Su amor por cada alma es tan grande que ni todo el pecado ni todos los pecadores del mundo podrían interferir con él. Sí. Sufrirá el ver que un mal sacerdote nos va a dar su Cuerpo y Sangre. Soportará los pecados de un hijo débil para levantar su Mano en la absolución para perdonar nuestros pecados. ¿Por qué no estás allí para recibirlo?
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