domingo, 25 de noviembre de 2007

Sobre el análisis de la Nueva era

Antes de concluir:

En este breve análisis del fenómeno de la Nueva Era que hemos ido publicando, hemos podido aludir a algunos de sus elementos más inconformes con el mensaje cristiano:


• Despersonaliza al Dios de la revelación cristiana;
• Desfigura la persona de Jesucristo, desvirtúa su misión y ridiculiza su
sacrificio redentor;
• Niega el evento irrepetible de su Resurrección por la doctrina de la
reencarnación;
• Vacía de su contenido los conceptos cristianos de la creación y de la
salvación;
• Rechaza la autoridad magisterial de la Iglesia y su forma institucional;
• Relativiza el contenido original, único a históricamente fundado del
Evangelio;
• Deforma el lenguaje dando un nuevo sentido a términos bíblicos y cristianos;
• Se apoya falsamente en los místicos cristianos y trastorna el sentido de sus
escritos;
• Diluye irremediablemente la practica de la oración cristiana;
• Descarta la responsabilidad moral de la persona humana y niega la existencia del
pecado;
• Desorienta a los niños y a los jóvenes en su formación religiosa;
• Divide y explota económicamente a las familias cristianas.

Estos son aspectos negativos que afectan directamente a la vida, las costumbres y la fe de los fieles católicos. Desde luego, sería un error tachar como dañoso todo lo que la Nueva Era aporta y ofrece. Su espíritu de apertura y diálogo, su insistencia en la necesidad humana de una experiencia religiosa profunda, su honda preocupación por la conservación del medio ambiente, su confianza en el poder creativo del ser humano, sus saludables recomendaciones para la dieta y la condición física, y su actitud de optimismo por encima de los graves males que afligen al mundo son sólo algunos de los puntos positivos que vienen espontáneamente a la mente.

Dicho esto, tenemos que reconocer con total honestidad que estas luces se hallan esparcidas en medio de anchas lagunas e inquietantes ambigüedades. La fuerza con que las ideas y actividades de la Nueva Era se promueven y la atractiva mercadotecnia que las disfraza requieren del pueblo católico una respuesta clara y contundente a favor de su fe y sus convicciones vitales.

Con relación a éstas y otras teorías y prácticas de la Nueva Era, es bueno recordar estas otras citas del Nuevo Testamento:

"Cuídense que nadie les engañe con esa teoría que es una insulsa patraña forjada y transmitida por hombres, fundada en los elementos del mundo y no de Cristo" (Colosenses 2,2-4).

"Que nadie os engañe... porque surgirán falsos cristos y falsos profetas que harán grandes señales y prodigios capaces de engañar, si fuera posible, a los mismos elegidos. Mirad, os lo he predicho." (Mateo 24).

"Habrá entre vosotros falsos maestros que introducirán herejías perniciosas, negando al Maestro (algunas traducciones dicen 'al Señor') que los salvó... Muchos los escucharán y por causa de ellos será desprestigiado el Camino de la Verdad... Llevados por su avaricia, os explotarán con palabras engañosas... Mejor les fuera no haber conocido el Camino de la Justicia que, después de conocerlo, abandonar los santos preceptos que les fueron dados" (2 Pedro 1,2 y 21).

San Pedro, el primer Papa de la cristiandad, nos advierte en esta carta sobre el peligro de un resurgimiento del paganismo, resurgimiento que pareciera evidente en nuestros días, pero que a diferencia del mundo que no conocía a Cristo, nuestro mundo actual sí lo conoce, sí conoce Su Evangelio: sí conoce la Verdad. Por eso tan grave sentencia: mejor les hubiera sido no haber conocido el Camino de la Verdad que abandonarlo después de haberlo conocido.

La responsabilidad de los católicos frente a las desorientaciones del "New Age"

Debemos darnos cuenta de que "nuestra lucha no es contra fuerzas humanas... nos enfrentamos con los espíritus y las fuerzas sobrenaturales del mal. Por eso tomemos las armas de Dios para poder resistir las maniobras del Diablo" (Efesios 6,10-13).
La Nueva Era no se puede combatir principalmente con ideas y discusiones, aunque es bueno organizar conferencias, distribuir material escrito y grabado, sobre todo para aquéllos que desean realmente buscar la verdad.

Todos tenemos la obligación de informarnos y educarnos para comprender este fenómeno tan complejo y para discernir entre lo que tiene de bueno, lo que es indiferente y lo que resulta incompatible con nuestra fe.

Los educadores católicos y padres de familia deben vigilar esmeradamente el contacto que tengan sus hijos con las ideas y la moda que promulga el New Age, para evitarles confusiones, dudas o insatisfacciones. En particular, habría que evitar el uso indiscriminado de los medios masivos de comunicación - televisión, radio, cine, música, y los sistemas de informática electrónica como el Internet - por los que el Nueva Era se difunde en mayor escala.

Los fieles con capacidad para influir en la prensa y los medios de comunicación harán un servicio inestimable a los mexicanos y a la Iglesia si difunden información o proponen contenidos que sirvan para orientar y dar criterios de juicio cristianos frente a la confusión que engendra el New Age. Así responderán positivamente a la invitación, muchas veces repetida por el Papa Juan Pablo II, de hacerse partícipes de vanguardia en la tarea de la nueva evangelización, "porque la evangelización de la cultura moderna depende en gran parte del influjo de los medios de comunicación".

Además de estar prevenidos, los católicos debemos defender activamente nuestra fe y nuestros valores en la vida real de la sociedad mexicana. Hay formas pacíficas y legítimas de protesta que sirven para presionar a los promotores de los aspectos del Nueva Era que nos perjudican: no participar en las actividades de instituciones y empresas promotoras del New Age, no seguir programación televisiva que difunda sus ideas, no comprar los productos de sus patrocinadores, llamar la atención con cartas y artículos de prensa a las figuras públicas, educadores y políticos que se muestren públicamente a favor de las ideas o prácticas del New Age, etc.

Nuestras parroquias e institutos educativos pueden ofrecer cursos y conferencias sobre los temas más controvertidos de esta corriente; pueden igualmente difundir literatura crítica y presentar bibliografía que esclarezca los términos del problema y de pautas para un juicio bien fundado.

¡Cuánta importancia tienen nuestros sacerdotes, pastores de almas en la tarea de educar, prevenir y defender la fe de nuestro pueblo. Consciente de esto, y con un sincero afán de apoyar y acompañar su esfuerzo por lograr los objetivos prioritarios del segundo Sínodo arquidiocesano, hago mía la invitación reciente del Santo Padre a renovar nuestra acción evangelizadora en vistas de las amenazas a la fe del tiempo presente. Tenemos que revitalizar nuestra predicación, "devolviéndole una fuerza kerigmática capaz de estimular las conciencias de los hombres contemporáneos, a menudo indiferentes, por lo menos en apariencia; o interesados en otros asuntos".

El punto de convergencia de todos los esfuerzos pastorales sigue siendo el anuncio de Cristo, Redentor del hombre: "Dios te ama, Cristo ha venido por ti". De ahí la urgente necesidad de una predicación valiente, en contacto con los problemas y las dudas reales de nuestro pueblo. Tenemos que conducir a los fieles, con nuestra palabra y con nuestro ejemplo, hacia una vida de oración más profunda, que desemboque en la experiencia vital de Jesucristo. Tenemos que mostrarles la honda verdad de la doctrina que nace de nuestra fe en él y ayudarlos a apreciar las formas litúrgicas que nos unen con él en la familia que es la Iglesia. Asimismo les exhorto a la búsqueda solicita y la escucha paciente de aquellos miembros del Cuerpo Místico mas alejados y más expuestos a la duda o a las interminables asechanzas que el mundo moderno pone a la fe.

Con toda claridad, al inaugurar la IV Conferencia general del Episcopado latinoamericano en Santo Domingo, Juan Pablo II nos indicó:

"A ejemplo del buen Pastor, habéis de apacentar el rebaño que os ha sido confiado y defenderlo de los lobos rapaces. Causa de división y discordia en vuestras comunidades eclesiales son - lo sabéis bien - las sectas y movimientos "pseudo-espirituales" de que habla el Documento de Puebla (n. 628), cuya expresión y agresividad urge afrontar".

La referencia del Papa a los movimientos "pseudo-espirituales" distintos de las sectas evoca inmediatamente la larga lista de iniciativas nacidas del fondo ideológico y religioso del Nueva Era que hemos considerado en esta carta. La responsabilidad de actuar incisivamente frente a este problema multifacético en nuestra labor evangelizadora cae directamente sobre cada uno de nosotros.

Por tanto, todos estamos obligados a la formación continua para entender el Nueva Era y su atractivo para los hombres de nuestro tiempo. Como el sabio del evangelio que saca de su tesoro lo nuevo y lo antiguo (Cf. Mateo 13,52), tenemos que testimoniar y predicar la inagotable riqueza y la penetrante verdad de la fe católica de manera cada vez más accesible y llamativa a todo aquel que nos pida razón de nuestra esperanza. Que los fieles católicos, con nuestra ayuda, descubran que todo lo que anhelan de vida espiritual, de sanación interna, de perdón y reconciliación, de encuentro con el misterio insondable del único Dios verdadero y su designio de salvación está ya presente de modo insuperable en la fe católica en la que fueron iniciados con su bautismo.

Nuestra fe es profunda. Tiene como fuente al mismo Dios que se revela a los hombres en Jesucristo. Durante casi 2000 años, Jesucristo ha guiado a su Iglesia por medio del Espíritu Santo "hacia la verdad completa" (Juan 16,13) como prometió en la noche de su pasión. El católico que experimenta su fe, que la conoce y la vive en toda su magnitud, jamás sentirá la necesidad de mendigar de las vanas promesas y medio-verdades del New Age.

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