Describo a continuación tres escenarios que visualizo en este momento claramente en mi mente:
Es un día soleado, caluroso. En medio del campo seco y la tierra agrietada por la falta de agua, un pequeño niño, al parecer africano, sumamente delgado producto de una visible desnutrición se arrastra ya sin fuerzas en busca de algo o alguien que lo ayude.
No lo dice, no habla, pero sus ojos vidriosos lo revelan; en esa mirada se refleja el dolor de sentirse solo. Quizás el hambre no sea su máximo sufrimiento sino la desdicha del saberse abandonado. Para que gritar, para que llorar. Nadie escucha, nadie atiende el llamado de su desvalidez. Tras él, un ave de rapiña espera pacientemente el fin de su existencia. Es esta una imagen clara en mi mente. No lo soñé, lo vi en una fotografía. ¿Quién era ese niño? No lo sé ni lo sabré nunca. ¿Cuántos niños más sobreviven en estas condiciones infrahumanas? No lo sé, probablemente miles.
Es una casa moderna, de clase media en un país desarrollado. Todo parece cómodo, lleno de artefactos del ingenio industrial que hacen la vida más fácil. La única diferencia es este hombre joven que aparece en escena. En esencia es una persona aparentemente normal, se ve alegre, tranquilo, lleno de vida. Sin embargo, lo veo y no lo creo. O quizás él no se ha dado cuenta de su estado físico. Y es que no tiene brazos ni piernas. Pero él no parece inquietarse, se despierta y levanta de su cama con relativa facilidad, acude al baño se lava la cara, se lava los dientes, acude a la cocina y se prepara un omelet. Pasa posteriormente a la sala y pone un video en el dvd. Ya había leído de él. Es un joven hombre que pese a su precaria situación recorre el mundo proclamando que Dios lo ama y dando a conocer la palabra de Dios. Para él no hay límites, puede llegar a donde se lo proponga porque no está sólo a pesar de que otros lo veamos inválido.
Es un día muy diferente a los demás. Y no porque el clima o las condiciones atmosféricas hayan cambiado. Es el hombre que como siempre, se levanta contra el mismo hombre e inicia una guerra inútil como injusta. Y ahí en medio de Kenia después de unos comicios controversiales en un incipíente ejercicio de democracia se encuentra aquel clérigo que ahora escribe aterrado en medio de balas que zumban cual si pasaran por encima de su cabeza. Me entero porque leo varias cartas que ha escrito en los primeros días de este nuevo año 2008. El quiere transmitir la fe en Dios que lo sostiene pero sus letras denotan la angustia de aquel que no sabe si sobrevivirá el día de hoy, de aquel que se duerme anhelando fervientemente amanecer al día siguiente. El miedo es así, te carcome, más estando tan lejos de casa. Quizás su expectativa no era morir lejos de los suyos, ni a tan temprana edad y menos en medio de una guerra que no entiende.
Estos tres escenarios dan vuelta en mi cabeza y me rondan y me preguntan que cómo puedo yo seguir ignorando el dolor humano, el dolor ajeno. ¿Porqué hube de nacer en este bello país en esta mi tan querida familia? No parezco pasar hambre, ni sueño, ni dolor alguno. Todo marcha de acuerdo a lo proyectado, la seguridad me abraza, mi propia vestimenta me permite sentirme aún más cómodo en mi tan programada vida. El dinero no hace falta, la salud me saluda día a día cada mañana. Mis seres queridos están siempre a la mano para decirme con hechos y palabras cuanto me quieren.
Pero ¿Qué tal si yo fuera aquel niño africano? ¿Seguiría creyendo en Dios? Si no tuviera la facilidad para moverme, trasladarme, correr, brincar o saltar como el joven anglosajón ¿seguiría con las mismas ganas de decir “Dios te ama”? ¿Y si supiera que ha llegado mi hora en medio del terror de la guerra viendo primero como otros mueren asesinados? ¿Me sentiría tan cómodo como en este momento?
Pero no, Dios no lo ha dispuesto así. Todo lo contrario.
No me queda sino sentirme agradecido por ello ¿pero como he de expresar en hechos lo que siento? ¿No será este el llamado a participar de una manera más directa en la salvación de este mundo que se pierde cada día más?
¿Para que Señor? ¿Para qué? Dime Señor para que mis manos y mis pies, para qué mi mente y mi educación, para qué mis conocimientos y mi fe, para qué la salud, el trabajo, el bienestar, los hijos mi esposa y mi familia. ¿Hacia donde me llevas Dios mío? ¿Qué quieres de mí?
Dios no permita que estas tres imágenes se borren de mi mente y me muevan realmente a trabajar por Su Reino para que todos sepan y hagan vida que Dios nuestro creador es la única solución al dolor y que para hacer llegar ese mensaje a aquellos que sufren es que permite que otros seamos mientras tanto felices. Pero infeliz seré si no hago algo y pronto por hacer vida lo que escribo. Amen.
1 comentario:
miércoles de Ceniza, inicio de la Cuaresma
Oración del Justo Juez
(con licencia eclesiástica)
Oh Divino Justo Juez,
A quien adoro rendido,
Hoy postrado aquí a tus pies
el perdón, Señor, te pido.
Justo Juez esclarecido
Protector Universal
A tí te pido rendido
Me libres de todo mal.
En peligroso lugar
Quita el mal pensamiento
A todos los que de intento
Me quieran asesinar.
Y si algún hombre criminal
Piensa quitarme la vida
En vereda o en camino real,
Tú, Señor, serás mi égida.
Que me valga esta oración,
Cristo mío crucificado,
Y la llaga de tu costado
Será mi dulce habitación.
Tan sólo con implorar
Tu Santo Nombre glorioso
Haz que salga victorioso
Del que me quiera robar.
¡Oh Santísimo Sacramento!
De enemigos y salteadores
De bandidos y malhechores
Líbrame en todo momento.
Y tú, Virgen Sagrada María
Te pido de Corazón
Que en mi última agonía
Me prestes tu protección.
¡Oh Sacratísima Cruz,
De la gran ciudad de Sión!
Te ofrezco esta oración
Diciendote: Amén Jesús.
El que esta oración rezase los siete viernes de Cuaresma, saldrá su alma limpia y pura, como la luz de la estrella, muchos mis contrarios que me siguen día con día, Virgen Sagrada mía, ruégale a mi Dios querido que yo no sea perseguido: de cárcel y de prisiones, de incrédulos y de aflicciones, líbrame a cada momento, de enredos y de malas cuentas, que puedan perjudicarme.
Nuestro Smo. Padre manda extender esta oración, que esta sacada del Santo Sepulcro de nuestro Señor Jesucristo en la Santa Ciudad de Jerusalén, suplicando a: hombres, niños y mujeres, la carguen sobre su pecho aunque no sepan leer y serán libertados: de prisiones, de malas lenguas y de hombres asesinos.
Las personas que carguen esta oración serán libertados de cualquier peligro en que se vean diciendo:
¡Oh Jesús Sacramentado! enemigos veo venir, la Sangre de tu Costado, de ellos me ha de cubrir.
Con estas palabras se libertó N.S.P. León XIII, de ser asesinado en el mismo Vaticano.
Padre mío, al acostarme tu me velas en la cama, te pido con amor tu perdón y que mi alma recibas una vez tu lo decidas. Te pido que sea librada: de heridas, de salteadores, de todos los malhechores.
Líbrame de noche y día, Virgen Sagrada Mía, te ofrezco toda mi vida.
Santísimo Sacramento alúmbrame con Tu luz.
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