domingo, 13 de enero de 2008

¿Porqué no somos santos?

Autor: Madre Angélica Fuente www.ewtn.com

Cuando alguien escucha las palabras del Reino y no las entiende, el demonio viene y toma aquello que estaba sembrado en ese corazón. Este hombre es la semilla que fue colocada al borde del camino" (Mt. 13,18-23)


Existen muchas almas "al borde del camino". Viven en medio de la bulla y el caos. Cuando una verdad comienza a adentrarse en sus vidas, simplemente incrementan el nivel de bulla en sus vidas y no escuchan la Palabra. Es cierto que viven al borde del camino de la escucha ya que no la entienden y se llenan con las distracciones del mundo. Este tipo de persona ya no considera la idea de la santidad porque eso significa caminar el camino de Jesús. Está tan cómoda en su vida al borde del camino, que no concibe un cambio radical. La vieja rutina es su hogar y su fuente de consuelo.

"Aquel que recibió la palabra en medio de piedras es el hombre que escucha la Palabra y al principio la sigue con alegría, pero no tiene raíces, no dura y ante la menor prueba, ante la persecución se olvida de la palabra."Este es el cristiano impetuoso. Acoge y rechaza el cristianismo al mismo tiempo. Existe la fe en su mente, pero nunca lo lleva al amor. Cuando la ilusión de haber nacido a una vida nueva, se termina, este hombre sucumbe con facilidad en tiempos de prueba. Puede leer las vidas de santos y comenzar a imaginarse en estado de éxtasis o muriendo como un mártir o realizando alguna proeza heroica. En sus meditaciones los grandes sacrificios aparecen fácilmente, pero la vida no está llena de grandes eventos en los que pueda probar su amor por Dios. Es en las pruebas cotidianas que se purifica nuestro amor por Dios y las almas se perfeccionan. Cuando un hombre soporta lo ridículo de su prójimo porque tiene principios cristianos o cuando es intimidado por su ortodoxia en la fe y en la moral, ese hombre sufre persecución. Estas pruebas cotidianas son las que miden si es que la Palabra ha echado raíces en el alma del hombre. La pregunta no es si este tipo de hombre está llamado o no a la santidad, la pregunta es qué cosa hace este hombre con los eventos de su vida que están destinados a hacerlo santo. ¿Los soporta con fe y crece en el amor o los rechaza, se corre de ellos y se resiste?

"Está también la semilla que cae entre espinas. Esta representa al hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones de este mundo y la atracción por las riquezas la ahogan y no produce nada." Ciertamente, esta es una descripción gráfica de la decepción en la que viven muchos corazones. ¿Cuáles son las preocupaciones de este mundo? Tal vez Jesús pensaba en el hombre arrogante intelectualmente, que tiene actitudes sofisticadas de vanidad, que busca la gloria del mundo. Aquel que pasa su tiempo y gasta su energía en la vana persecución de cosas que "uno consume y el otro destruye."

Cuando mencionamos la atracción por las riquezas en esta letanía de sueños, podemos fácilmente ver que Jesús utilizó la palabra "ahogar". Este tipo de deseos irrealizables, literalmente aplastan la palabra de Dios que estaba en la mente y el corazón del hombre. Es el llamado para ser humilde, pobre, casto, compasivo, honrado, amoroso y sacrificado; lo que es consumido, ahogado; por el fuego de la lujuria, la avaricia, el orgullo, la indulgencia con uno mismo y el engaño. Dios habló la Palabra para dar vida a aquellos cuyos oídos estuviesen abiertos solo al sonido de su voz.

"Y la semilla que cayó en suelo fecundo es el hombre que escucha la palabra y la entiende, es aquel que cosecha y produce ora 100, ora 60, ora 30." Esta es la explicación de la parábola que Jesús hace al tiempo que nos da valor. Nos está diciendo que habrá tiempos en los que daremos mucho fruto y habrá tiempos en los que daremos poco, pero lo daremos.

Nuestros motivos pueden no ser los mejores, nuestra paciencia puede ser escasa, nuestra capacidad para soportar pequeña, pero Jesús busca el signo de la bondad y la virtud para poder dar fruto en nosotros. Toma cada pequeña muestra de virtud, la toca con Su amor y nos la devuelve como recompensa eterna. Su misericordia nos envuelve y llega a las profundidades de nuestras almas para renovar, cambiar, transformar y construir.

Obtiene el bien de todas las cosas que nos suceden, Su amor construye todo lo que hacemos bien y reforma los efectos de nuestras caídas. Su Espíritu está siempre trabajando por nuestro bien -nada se desperdicia, nada se bota- nada se descarta. Somos nosotros quienes lo rechazamos. Pensamos sólo en la perfección - el sentimiento de un trabajo bien hecho -. Él busca una profunda humildad en nuestros corazones - el conocimiento de uno mismo y el esfuerzo de nuestra voluntad. Nos hará crecer a medida que crezcamos en nuestros esfuerzos y deseos.

El día en que nos demos cuenta que no tenemos nada que darle totalmente nuestro, excepto nuestro pecado y nuestras debilidades, ese día seremos capaces de dar el ciento por uno de fruto. Solamente entonces nos libraremos de nuestras ilusiones, seremos concientes de nuestra dependencia de Él y s su acción en nuestras almas. Ya no nos miraremos más a nosotros mismos sino que pondremos nuestros ojos en Jesús. Nos aceptaremos como somos, lucharemos por ser mejores, por conformarnos con Él, nuestra voluntad con Su voluntad y nuestro corazón con Su corazón.

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