domingo, 13 de enero de 2008

La santidad es para todos

Autor: Madre Angélica Fuente:www.ewtn.com

El llamado

"Para gloria de mi Padre es que deben dar mucho fruto, para luego ser mis discípulos" (Jn. 15:8)

La santidad de vida no es un privilegio de unos cuantos escogidos -es una obligación-es el llamado de Dios y Su voluntad para cada cristiano.


No podemos poner una barrera de excusas a la realidad que nos muestra claramente que "nuestra santificación es la Voluntad de Dios" (1 Tes 4,3). Hemos sido creados por Dios con el expreso propósito de irradiar a Su Hijo, Jesús, con nuestro modo único y particular. Le damos gloria al escoger ser lo que Su Sapiencia nos pide ser.

Un cristiano debe ser un "signo de contradicción" -una luz en la cima de una montaña- una antorcha en medio del mundo. Su vida entera es un silente reproche para los pecadores, una luz de esperanza para los oprimidos, un rayo de sol para los que están tristes, una fuente de valor para los desposeídos y un signo visible de la realidad invisible de la gracia.

Los santos son personas ordinarias, que aman a Jesús, intentan ser como Él, son fieles a los deberes propios de su estado de vida, se sacrifican por su prójimo y mantienen sus mentes y sus corazones alejados del mundo.

Viven en el mundo, pero se elevan sobre sus estándares mediocres. Disfrutan de la vida porque vivirla es un reto, no una penitencia. Podrían no entender la razón de la cruz, pero la fe les da una capacidad especial para hallar la esperanza en ella. Entienden que deben seguir las huellas del maestro y que todo lo que les sucede está orientado a lograr su bien.

Los santos son personas comunes y corrientes, que hacen lo que hacen por amor a Jesús, - dicen lo que deben decir sin tener miedo - que aman al prójimo incluso cuando éste los rechaza; y viven sin arrepentirse del ayer y sin temor por el mañana.

Nadie está exento del llamado a la santidad. Hombres, mujeres y niños han subido la escalera de la vida y han alcanzado altos grados de santidad. Estos santos cristianos pueden encontrarse en todos los estados de vida existentes.

Tenemos por ejemplo a Tarcisio, de nueve años, quien defendió la Eucaristía con su vida. María Goretti, de once años, que defendió su virginidad y fue apuñalada una y otra vez por quien la atacó. Su santidad brilló intensamente cuando perdonó a quien la intentó violar y asesinó, además de orar por su conversión

María de Egipto era una prostituta a la edad de 16 años. Se unió a un grupo de peregrinos que se dirigía a Tierra Santa en un esfuerzo por cambiar. Cuando llegó a la Iglesia, una fuerza invisible le impidió entrar. Aterrada por la experiencia, vio una estatua de María y se dio cuenta de la enormidad de sus pecados. Se decidió a cambiar de vida y a nunca más ofender a Dios. Cuarenta años más tarde, murió, totalmente renovada por su santidad de vida.

Matt Talbot fue un alcohólico sin esperanzas el mayor tiempo de su vida. El desdén de sus amigos, al verse delante de ellos temblando al pedir un trago, despertó su alma y vio su situación apremiante. Cambió su vida y dirigió todas sus energías hacia Jesús y a buscar la vida eterna.

Los santos del pasado eran seres humanos con fragilidades. San Jerónimo tenía un violento temperamento y luchó contra esa debilidad toda su vida. Dimas era un ladrón que terminó su vida con un acto de amor y de arrepentimiento y tuvo el privilegio de recibir la promesa del paraíso de parte del mismo Jesús. Carlos de Foucald y Francisco de Asís eran "playboys" que finalmente se rindieron a las fuerzas del Cielo.

Cada santo se esforzó y luchó contra sus debilidades toda su vida y adquirió los hábitos de la virtud, nunca perdió de vista los extremos más recónditos de su debilidad. Cada uno conquistó la santidad mediante la vigilancia continua de sí mismo, concientes de lo que eran y concientes de lo que podían llegar a ser. Esta manera de proceder y la conciencia clara de la propia tendencia al mal, los lanzó a los brazos de Dios. Dependían de Él para todo y le daban el crédito por cada pequeña cosa buena que sucedía en sus vidas.

Los hombres no nacen santos ni con privilegios o dones especiales. Luchan contra el mundo, el demonio y la carne; y a medida que van venciendo, el Espíritu de Jesús brilla en ellos cada vez con más claridad.

Algunas veces confundimos la misión particular de cada uno con su santidad. Si la compasión debiera irradiarse a través de alguien, entonces ese alguien debería recibir el poder de curar para manifestar el poder de Dios. Pero el carisma no es parte de la santidad, es simplemente el punto de partida, un don que debe ser transmitido a otros. Es el don de Dios para el santo de modo que se beneficie todo el pueblo de Dios. Es posible poseer el carisma y no ser santo. Un ejemplo claro de esto lo podemos ver en Judas. Pasó tres años con Jesús y tenía el poder para sanar, podía predicar y enviar a otros a hacerlo, pero no crecía en su vida de santidad. Sus debilidades se agravaron porque vio el poder dado por Jesús como un regalo que era una carga pesada y que le brindaba pocos beneficios personales.

No podemos escondernos usando la cómoda excusa que nos "declara" como no escogidos -o que no tenemos cualidades especiales. Si somos cristianos hemos sido elegidos. Si hemos sido elegidos, entonces esas cualidades deben desplegarse en el grado de santidad al que Dios nos llama, deben desplegarse a medida que crecemos en él.

Una pequeña bellota no tiene idea del imponente roble que llegará a ser, pero a pesar de eso, toda la estructura necesaria para producir un árbol gigante está contenida en esa pequeña semilla. El tiempo, la lluvia, el sol, el frío y las tormentas harán brotar la belleza escondida, la altura espectacular y el tronco fuerte que dará sombra y alegrará el corazón del hombre.

Jesús nos ha comparado con una semilla sembrada en la tierra de Su gracia. Ha descrito cómo algunos de nosotros respondemos a Él con nuestros esfuerzos por crecer y a pesar de los obstáculos que nos lo impiden.

Antes de ver cómo podemos ser santos, sería bueno mencionar las razones que da Jesús por las cuales no llegamos a serlo. Necesitamos entender claramente cuáles son las excusas que ponemos y nuestras propias objeciones.

2 comentarios:

RICARDO MUÑOZ dijo...

cuento con tada la fe para vivir en santidad, he borrado todo de mi mente aquello de mi pasado malo, pero sin embargo, todavía existen cosas que no me dejas vivir en paz,
deseo de todo corazón seguir el camino bueno, el camino que Diós me ha señalado, y a veces estoy confundio.Hago un esfuerzo para no tener vida materialista, sino totalmente espiritual.

Unknown dijo...

QUIERO VIVIR EN SANTIDA, YO AMO A MI SEÑOR JESUCRISTO, DESEO SEGUIR SUS HUELLAS.