sábado, 17 de noviembre de 2012

3er Mandamiento. Santificarás las fiestas

El día Sábado
El tercer mandamiento del Decálogo dado a Moisés en el desierto del Sinaí, proclama la santidad del sábado: “El día séptimo será día de descanso completo, consagrado al Señor” (Ex 31, 15).
También leemos en la Biblia: Recuerda el día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás todos tus trabajos, pero el día séptimo es día de descanso para el Señor, tu Dios. No harás ningún trabajo” (Ex 20, 8-10; Cf Dt 5, 12-15)

Lo que la Escritura ve en este día es una 'memoria de la creación' y a la vez un 'memorial de la liberación de Israel' de la esclavitud de Egipto. Dios descansó el séptimo día, leemos en Ex 20,11
...por eso bendijo el Señor el día del sábado y lo hizo sagrado” y en Dt 5,15 recordando que Dios liberó al pueblo de Egipto dice: "...por eso el Señor tu Dios te ha mandado guardar el día del sábado
De esta manera, Dios confió a Israel el sábado para que lo guardara como signo de la alianza inquebrantable (Cf. Ex 31, 16).

El ejemplo de Jesucristo
Por otro lado, el Evangelio relata numerosos incidentes en que Jesús fue acusado de quebrantar la ley del sábado. Pero Jesús nunca falta a la santidad de este día (Cf. Mc 1, 21; Jn 9, 16), sino que con autoridad da la interpretación auténtica de esta ley: “El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado” (Mc 2, 27). Con compasión, Cristo proclama que “es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla” (Mc 3, 4).

Así, el sábado es el día del Señor de las misericordias y del honor de Dios (Cf. Mt 12, 5; Jn 7, 23) y El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado. De suerte que el Hijo del hombre también es Señor del sábado” (Mc 2, 27-28).

EL DÍA DEL SEÑOR
¡Este es el día que ha hecho el Señor, exultemos y gocémonos en él! (Sal 118, 24).

El día de la Resurrección: la nueva creación
Jesús resucitó de entre los muertos “el primer día de la semana” (Mt 28, 1; Mc 16, 2; Lc 24, 1; Jn 20, 1). En cuanto es el “primer día”, el día de la Resurrección de Cristo recuerda la primera creación. En cuanto es el “octavo día”, que sigue al sábado (Cf. Mc 16, 1); Mt 28, 1), significa la nueva creación inaugurada con la resurrección de Cristo. Desde entonces, para los cristianos, vino a ser el primero de todos los días, la primera de todas las fiestas, el día del Señor (“Hè kyriakè hèmera”, “dies dominica”)

El domingo, plenitud del sábado
Así, la iglesia nos enseña que el domingo por prescripción litúrgica reemplaza para los cristianos al sábado. En ese día, se realiza plenamente, en la Pascua de Cristo, la verdad espiritual del sábado judío y se anuncia el descanso eterno del hombre en Dios. De tal manera (decía S. Ignacio de Antioquía) 'que los que vivían según el orden de cosas antiguo han pasado a la nueva esperanza, no observando ya el sábado, sino el día del Señor, en el que nuestra vida es bendecida por Él y por su muerte'.

Santo Tomás también afirmaba que 'la celebración del domingo cumple la prescripción moral, inscrita en el corazón del hombre, de “dar a Dios un culto exterior, visible, público y regular bajo el signo de su bondad universal hacia los hombres'.

La Eucaristía dominical en la parroquia
La celebración dominical del día y de la Eucaristía del Señor tiene un papel principalísimo en la vida de la Iglesia. Por eso el domingo, en el que se celebra el misterio pascual, por tradición apostólica, ha de observarse en toda la Iglesia como fiesta primordial de precepto. Igualmente deben observarse los días de Navidad, Epifanía, Ascensión, Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Santa María Madre de Dios, Inmaculada Concepción y Asunción, San José, Santos Apóstoles Pedro y Pablo y, finalmente, todos los Santos. De hecho, esta práctica de la asamblea cristiana se remonta a los comienzos de la edad apostólica (Cf. Hch 2, 42-46; 1 Co 11, 17). La carta a los Hebreos dice: “No abandonéis vuestra asamblea, como algunos acostumbran hacerlo, antes bien, animaos mutuamente” (Hb 10, 25).

¿y qué es la parroquia? La Iglesia nos enseña que la parroquia es una determinada comunidad de fieles constituida de modo estable en la Iglesia particular, cuya cura pastoral, bajo la autoridad del obispo diocesano, se encomienda a un párroco, como su pastor propio.
Es el lugar donde todos los fieles pueden reunirse para la celebración dominical de la Eucaristía. ademáses en la parroquia donde se inicia al pueblo cristiano en la expresión ordinaria de la vida litúrgica y se le enseña la doctrina salvífica de Cristo así como es el el lugar también, para practicar la caridad del Señor en obras buenas y fraternas.

La obligación del domingo
Por todo lo anterior, el mandamiento de la Iglesia determina y precisa la ley del Señor:
“El domingo y las demás fiestas de precepto los fieles tienen obligación de participar en la misa”  “Cumple el precepto de participar en la misa quien asiste a ella, dondequiera que se celebre en un rito católico, tanto el día de la fiesta como el día anterior por la tarde”

Tiene que ser así porque la Eucaristía del domingo fundamenta y confirma toda la práctica cristiana. Por eso los fieles estamos obligados a participar en la Eucaristía los días de precepto, a no ser que exista una razón seria que nos excuse [por ejemplo, enfermedad, el cuidado de niños pequeños] o dispensados por nuestro propio pastor. Pero los que deliberadamente faltan a esta obligación cometen un pecado grave.

Cuando participamos en la celebración común de la Eucaristía dominical expresamos un testimonio de pertenencia y de fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Proclamamos así nuestra comun unión en la fe y la caridad. Testimoniamos a la vez la santidad de Dios y nuestra esperanza de la salvación. Al mismo tiempo nos reconfortamos mutuamente, guiados por el Espíritu Santo.

Día de gracia y de descanso
Así como Dios “cesó el día séptimo de toda la tarea que había hecho” (Gn 2, 2), así también la vida humana sigue un ritmo de trabajo y descanso. La institución del día del Señor contribuye a que todos disfrutemos del tiempo de descanso y de solaz suficiente que nos permita cultivar la vida familiar, cultural, social y religiosa.

Por ello, durante el domingo y las otras fiestas de precepto, los fieles debemos abstenernos de entregarnos a trabajos o actividades que nos impidan el culto debido a Dios, la alegría propia del día del Señor, la práctica de las obras de misericordia así como el descanso necesario del espíritu y del cuerpo. Sin embargo, las necesidades familiares o una gran utilidad social constituyen excusas legítimas respecto al precepto del descanso dominical. De cualquier forma, los fieles debemos cuidar de que legítimas excusas no introduzcan hábitos perjudiciales a la religión, a la vida de familia y a la salud.

El amor de la verdad busca el santo ocio, la necesidad del amor cultiva el justo trabajo. [S. Agustín]

Santificar el día del Señor
Tal como Cristo nos enseñó a considerar a los demás en la caridad, los cristianos que disponen de tiempo de descanso deben acordarse de sus hermanos que tienen las mismas necesidades y los mismos derechos y no pueden descansar a causa de la pobreza y la miseria. Por ello, el domingo está tradicionalmente consagrado por la piedad cristiana a obras buenas y a servicios humildes para con los enfermos, débiles y ancianos.

Otra manera para los cristianos de santificar el domingo, es dedicando a la familia el tiempo y los cuidados difíciles de prestar los otros días de la semana. Es pues el domingo, un tiempo de reflexión, de silencio, de cultura y de meditación, que favorecen el crecimiento de la vida interior y cristiana.

Todo lo anterior (Santificar los domingos y los días de fiesta) exige un esfuerzo común. Por eso, cada cristiano debe evitar imponer sin necesidad a otro lo que le impediría guardar el día del Señor. Cuando las costumbres [deportes, restaurantes, etc.] y los compromisos sociales (servicios públicos, etc.) requieren de algunos un trabajo dominical, cada uno tiene la responsabilidad de dedicar un tiempo suficiente al descanso.
Los fieles debemos cuidar con moderación y caridad evitar los excesos y las violencias engendrados a veces por espectáculos multitudinarios. Los poderes públicos también, a pesar de las presiones económicas, deben asegurar a los ciudadanos un tiempo destinado al descanso y al culto divino. En ese sentido, los patrones tienen una obligación análoga con respecto a sus empleados.

En el respeto de la libertad religiosa y del bien común de todos, los cristianos debemos esforzarnos por obtener el reconocimiento de los domingos y días de fiesta de la Iglesia como días festivos legales. Debemos dar a todos un ejemplo público de oración, de respeto y de alegría, y defender nuestras tradiciones como una contribución preciosa a la vida espiritual de la sociedad humana.
Si la legislación del país u otras razones obligan a trabajar el domingo, este día debe ser al menos vivido como el día de nuestra liberación que nos hace participar en esta “reunión de fiesta”, en esta “asamblea de los primogénitos inscritos en los cielos” (Hb 12, 22-23).

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