Existe una gran tentación a seguir una clásica premisa del mundo, que nos hace pensar que todo tiene que arrojar resultados excelsos, impecables, libres de error. Pero sabemos que la realidad no es así. El ser humano es carente, limitado, con flaquezas; aunque pero por otro, es a la vez capaz, creativo, potencialmente exitoso. ¿Por qué no entonces reconocer que no todo lo podemos tal cual lo imaginamos pero en todo podemos volver a empezar? ¿No es acaso más enriquecedor mantenerse en la lucha, levantarse ante los descalabros y seguir adelante aún si el resultado no fue el esperado?
Pues eso es lo que nos manifiesta Dios día a día: una paciencia infinita. Al darle la espalda, al decirle sí con nuestra boca pero un no con nuestra acción, al olvidarle o solo acudir a Él cuando nos conviene, estamos hiriendo su corazón amoroso, porque ¿Quién no se siente herido al notar que su amado (a) lo traiciona? Y sin embargo, la puerta vuelve a abrirse al tocar de nuevo, si llamamos nos contesta otra vez, al buscarle le encontramos. Y no nos espera con un reclamo, con un listado de todo lo que no hicimos o dejamos de hacer. No, por el contrario, su apertura es limpia, llena de amor, cariñosa y siempre dispuesta, porque ante todo, nos ama.
Por ello, es bueno, analizar en este inicio de año, qué podemos mejorar, dónde puedo crecer como persona, como ser humano, como padre, hijo, amigo, compañero o cristiano. Mentalmente, físicamente, espiritualmente. Y partiendo de ahí, rectificar el camino, afinar la puntería, y trazarnos nuevos propósitos, con renovados bríos, siempre confiados que si estamos vivos tenemos entonces una nueva oportunidad, e inclusive, la obligación de buscar desarrollar los talentos y dones que Dios nos da para su servicio y el de los demás. En fin, para amarle y amándole encontrar al hermano muy amado por El también.
En Dios está nuestra Esperanza de un mejor mañana, la paz de sabernos queridos y cuidados, y ese es el motor que nos mueve a exigirnos lo mejor de nosotros mismos, porque la Fe que nos ha regalado nos da la certeza que aunque somos limitados, su gracia nos sostiene y nos salva, pero sobre todo lo sabemos al experimentar su Amor día con día.
Luego entonces ¿Por qué no hacer nuestros propósitos con ánimos renovados en este comienzo de año?
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