miércoles, 7 de septiembre de 2011

El bien físico y el bien espiritual de los demás

Por Fray Nelson Medina

Cuando a uno le hablan de obras de caridad, casi siempre lo que viene primero a la mente es: dar de comer al hambriento", o dar vestido al indigente, o visitar al que está enfermo, es decir, lo que viene a nuestro recuerdo son a las que llamamos "obras de misericordia corporales". Y está muy bien que las recordemos, y por supuesto, es mejor que las practiquemos; pero las obras de misericordia corporales no deben hacernos olvidar otras obras de misericordia que la Iglesia suele llamar "espirituales", por ejemplo, consolar al que está afligido, dar consejo al que está perplejo, orar por los difuntos.


Esa clase de obras son menos visibles, la bondad que hay en ellas es menos aparente a los ojos,y voy a decir algo que puede sonar antipático:si tú tienes que recoger dinero, vende más, impacta más lo que tiene que ver con obras de misericordia corporales. Imagínate por ejemplo que tú estás recogiendo dinero para personas que han quedado sin vivienda por un invierno recio que ha castigado duramente a la población.

Te puedo asegurar que las fotos, las imágenes, los videos hacen que la generosidad se despierte. Pero, en cambio, si uno quisiera hacer una red de personas que ofrecen consejería, eso causa menos impacto; y sin embargo, los dolores del corazón, los dolores de la mente, el extravío del alama, la oscuridad del ser interior no es menos grave que la oscuridad del ser exterior.

Fíjate cómo cuando le presentan a Cristo aquel paralítico, todo el mundo podía ver la parálisis, ese hombre que bajaron por medio de unas cuerdas después de haber quitado una parte del techo. Pusieron al paralítico delante de Cristo, todo el mundo podía ver la parálisis del cuerpo, pero parece que sólo Jesús podía ver la parálisis del alma, y entonces lo que hace Cristo en primer lugar, como mostrando que eso es lo primero, lo que hace Cristo es ante todo perdonar los pecados de este hombre.

Yo creo que las lecturas de hoy, las lecturas de este domingo nos ponen en esa dimensión: los papás tienen muchas cosas que dejar a sus hijos, y seguramente les dejan algunos terrenos, algunos dineros, algunos estudios; pero los tesoros más grandes, el marco moral, el contacto con el Dios vivo, la claridad en la conciencia, esa clase de cosas a veces no parece que las aprecien tanto los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Papás, educadores, catequistas, y todos nosotros los que tenemos a quien llamar amigo, el evangelio de hoy nos está recordando que hay un deber y ese deber es traer el bien espiritual, la luz de la conciencia, la sugerencia del camino recto a esos que amamos.

Que Dios nos ayude.

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