Me sorprendió esta afirmación de alguien a quien creía conocer muy bien. Hoy me doy cuenta que la mente y el corazón humanos son cada vez más sorprendentes aún y cuando los aparentes hechos (lo visible) apunten una cosa distinta.
Tiempo atrás escuché decir a otra persona muy cercana: "Ya no quiero estar casado", ¿será que mañana podremos decir: -ya no quiero cumplir con mi responsabilidad-, -me arrepiento de mi vocación-, -creo que no fui llamado a servir en esto-?
Sería fabuloso desde el punto de vista práctico, si ya no quiero lo que antes quería, si ya no me gusta lo que antes me gustaba, si me apetece más otra cosas ¿porqué no cambiar? ¿acaso no es de sabios errar?
¿A donde iríamos a parar? ¿qué le diríamos a aquel que nos dotó de ciertos dones, cualidades y talentos para un servicio específico? ¿Cómo consolaríamos a los futuros y posibles receptores necesitados de nuestro amor, servicio y dedicación? ¿fíjese que cambié de opinión y su entrega fue cancelada? ¿sería ese un buen argumento?
El asunto es que pasa, y sucede cada día más. Ya sea que se diga abiertamente o que se mantenga en secreto pero hoy estamos siendo testigos de un detrimento de las vocaciones. ¿Cual será entonces nuestro deber como cristianos ante ello? ¿juzgar? ¿condenar? ¿abandonar?
Por lo pronto, sería bueno denunciar el hecho y asentar que es reprobable. Las personas todas, somos merecedoras de castigo y Dios se encargará de ello, por eso juzgar nosotros es inútil. Lo que sí deberíamos hacer es dejar en claro que solo Dios es la solución y fortaleza para esos momentos de flaqueza que irremediablemente siempre llegan. Pero en Cristo saldremos más que vencedores
Así sea
No hay comentarios:
Publicar un comentario